Se sitúan en el pueblo de Herrera de Ibio, una pequeña aldea del valle de Cabezón de la Sal con unas condiciones inmejorables para pasar unas vacaciones en Cantabria y poder recorrer y conocer esta maravillosa provincia. Y es que ésta es la principal ventaja del emplazamiento de las Casas del Jiguero, el carácter céntrico y próximo a los más importantes puntos turísticos de Cantabria, con la posibilidad de acceso inmediato a los mismos, pero pudiendo mantener a la vez la vida tranquila propia de un pueblo retirado.
Herrera de Ibio se encuentra a unos cinco kilómetros de la autovía del Cantábrico, de tal modo que en unos 20 minutos se pueden disfrutar las ventajas y encantos de una ciudad como Santander. Pero al mismo tiempo constituye el límite septentrional de la Reserva Nacional del Saja-Besaya, la mayor en extensión de toda España y una de las más bellas por la magnitud de sus hayedos y robledales. Desde Herrera de Ibio, caminando en línea recta hacia el sur, es posible cruzar toda la cordillera hasta salir a Castilla, sin tocar un solo pueblo ni aldea y atravesando infinidad de valles y cadenas montañosas. Pero al mismo tiempo está a unos quince kilómetros en línea recta de la ya más poblada línea de costa, pudiendo acceder a Comillas, Santillana del Mar, Cuevas de Altamira o San Vicente de la Barquera y playas adyacentes en menos de quince minutos. La comarca de los Picos de Europa también se hace próxima, dada la cercanía de Unquera por autovía, que es la antesala del desfiladero de La Hermida, pasillo de entrada a dicha región.
La vida de la ciudad, el encanto de los núcleos turísticos, la costa y al mismo tiempo la tranquilidad de la montaña, los bosques y la vida en un núcleo rural, se hacen compatibles con esta situación.
A Herrera de Ibio sólo se llega por caminos que terminan en dicha población, de modo que únicamente cuenta con el tráfico de los residentes en ella al no estar atravesada por ninguna vía de comunicación. Esto es debido a su posición al pie del monte Ibio, (la mayor altura de la comarca en las proximidades al mar), y al situarse en la base del desfiladero que forma el río Ceceja al atravesar dicha montaña y abrirse al valle buscando su desembocadura en el Saja, cerca de la costa.
Es un pueblo donde el visitante tranquilamente puede dejar a sus hijos corretear por las callejas, acercarse a ver los caballos pura sangre de la Yeguada Militar de Ibio, adentrarse en el monte, aproximarse al río y descansar sin oír más que el ruido de los campanos de las vacas.